Todos hemos escuchado que el vino es sanísimo, sobre todo el tinto. Una copa al día nos ayudará a prevenir todo tipo de enfermedades del corazón o mejorar notablemente nuestro sistema inmunitario o el envejecimiento prematuro. ¿Es cierto esto realmente? ¿Qué ocurre con el blanco? ¿Tiene las mismas propiedades?
Lo primero que tenemos que tener muy claro es que el vino es una rica fuente de antioxidantes, pero su consumo ha de ser siempre moderado y controlado. De nada nos beneficiará abusar de este licor todos los días. También es importante que conozcamos que contiene minerales como pueden ser el potasio, el calcio o también el magnesio, que se unen a vitaminas del tipo B, como la B1, B2, B5 y B6.
Otras propiedades del vino que quizá conozcamos menos conocidas es su alta composición en resveratrol, que será el encargado de otorgarle las propiedades antioxidantes a esta bebida. Pero, hemos de ser muy conscientes que para que disfrutemos sus beneficios de la forma más positiva, su consumo no ha de exceder a una copa diaria, lo que supondría aproximadamente 5 mg de alcohol.
¿Realmente es beneficioso?
Como hemos mencionado, existen numerosos estudios que indican que entre los beneficios del vino se encuentran sus efectos preventivos contra el sistema cardiovascular pero, según muchos especialistas, esto no es tan sencillo como podríamos pensar. De hecho, lo más correcto sería hablar de “un menor riesgo de padecer ciertos problemas coronarios”. Realmente, ningún médico va a recetar a un paciente que consuma esta bebida.
En este sentido, es muy importante remarcar que el consumo de vino no estará nada recomendado para aquellas personas con insuficiencia cardiaca. Además, todas las mujeres que se encuentren embarazadas o en periodo lactante, los pacientes tratados con determinados fármacos o con problemas hepáticos tampoco deberán consumir este licor.
Diferencias entre vino tinto y blanco
¿Sabes por qué cuando recomendamos estas bebidas nos solemos referir al vino tinto y no al blanco? La principal razón reside en la piel de las uvas, lugar donde se puede encontrar estas sustancias tan beneficiosas.
En la elaboración del vino blanco se suele prensar o aplastar las uvas para extraer de su interior el líquido, procediendo posteriormente a su fermentación en depósitos especiales hasta que se transforman en la bebida.
En cambio, cuando nos disponemos a elaborar vino tinto, las pieles de las uvas son maceradas junto con el resto del tinto dentro de los depósitos durante periodos no inferiores a 20 días, lo que provoca que los componentes beneficiosos se integren en el licor final.
Por lo tanto, está claro que las propiedades del vino tinto serán superiores a las del blanco en aspectos importantes como los antioxidantes, y así lo confirman todas las asociaciones de dietistas y nutricionistas.
Para terminar, no podemos dejar de remarcar de nuevo que para disfrutar de todos los beneficios del vino, no debemos exceder nunca de la cantidad recomendada, que suele rondar los 200-250 mililitros, lo que supondrá aproximadamente 5 mg de alcohol. Con estas cantidades, los efectos antioxidantes y la vasodilatación serán idóneas, relacionándose con una menor incidencia del infarto de miocardio o enfermedades coronarias.
Por lo tanto, aunque en estas épocas de calor, nos apetezca más una copa de vino blanco bien fría, hemos de tener presente que sus beneficios y propiedades no serán tan abundantes como en el tinto.